La privación crónica del sueño está asociada a numerosos riesgos para la salud. Debido a la mayor propensión a rechinar los dientes y a respirar por la boca, la apnea del sueño puede causar la rotura de los dientes y un aumento del riesgo de caries. Aumenta la propensión a tener una presión arterial elevada, depresión y una disminución del deseo sexual.
Estar cansado la mayor parte del día afecta la calidad de vida y, en particular, las relaciones con los demás, la falta de energía para los propios pasatiempos o hobbies y la capacidad de desempeñarse bien en el trabajo. La falta de sueño también está asociada a un debilitamiento del sistema inmunológico, es decir, uno puede enfermarse más a menudo o tardar más en recuperarse.
Los efectos, a nivel físico, conducen a una inflamación sistémica que afecta a todo el cuerpo y puede causar la aparición de varias enfermedades crónicas. El SAOS, por ejemplo, aumenta las probabilidades de desarrollar diabetes tipo 2, glaucoma, asma, además de daños al hígado, un ritmo cardíaco irregular o una insuficiencia cardíaca congestiva (es decir, cuando el corazón no puede bombear suficiente sangre para el organismo).
La apnea del sueño aumenta el riesgo de infartos e ictus. También puede causar complicaciones en caso de patologías preexistentes. Sufrir de Apnea Obstructiva del Sueño puede causar complicaciones incluso durante el embarazo, como la preeclampsia, la diabetes gestacional y la hipertensión.
En casos muy raros, se puede morir asfixiado durante el sueño. Si no se duerme lo suficiente durante la noche, es muy peligroso conducir debido a los microsueños: las personas sujetas a apneas del sueño tienen cinco veces más probabilidades de estar involucradas en accidentes de tráfico en comparación con quienes no las padecen.