Cuando se imagina un sistema que introduce aire forzado en los pulmones, el pensamiento se dirige inmediatamente a las máscaras de oxígeno, a los sistemas utilizados por los buzos y por qué no también a los pulmones artificiales. Este enlace mental, por lo tanto, hace imaginar que el sistema CPAP es invasivo, costoso, incómodo de usar y transportar.
Nada más lejos de la realidad.
El sistema CPAP está optimizado para una fácil portabilidad, es ligero y se puede llevar siempre en viajes, con la seguridad de poder superar incluso los controles aeroportuarios más restrictivos.
De la misma manera su uso es simple y no invasivo. De hecho, se trata de una simple mascarilla que cubre nariz y boca y que se mantiene en posición gracias a una o más bandas elásticas que se colocan detrás de la nuca.
Una ayuda fundamental para la calidad del sueño, que gracias a los grandes beneficios que aporta a nuestro descanso, hace olvidar los dos minutos necesarios para su encendido y colocación.
No hay nada invasivo en la terapia CPAP, de hecho, se puede considerar comparable al uso de una mascarilla.
Claro, al principio, como con cualquier novedad, habrá que acostumbrarse y tal vez las primeras noches habrá algo de temor y miedo de que el sistema no esté correctamente iniciado o instalado, pero bastarán unas pocas noches de sueño tranquilo para olvidar cualquier perplejidad.